El Real Madrid festejó el título a lo grande con una goleada por 4-1 sobre el peor Barcelona en años, un conjunto decadente que se mostró contemplativo ante el juego de un campeón en racha que regaló a su afición la última gran alegría de la temporada. Todo le salió bien al Real Madrid, donde volvió a marcar Raúl, reapareció con gol Ruud van Nistelrooy e Iker Casillas se aseguró el premio al meta menos goleado. Y todo le fue mal al Barza, que regresa a la Ciudad Condal con la seguridad de que los cambios deben afectar más allá del banquillo.
Pese a los rumores, el equipo de Rijkaard hizo el pasillo con la camiseta azulgrana y, tan caballeroso se mostró, que concluyó el primer tiempo y seguía haciéndole el pasillo al campeón.
Sin velocidad, ni fuerza y menos aún ánimo para inquietar a su rival, el conjunto azulgrana dedicó tres cuartos de hora a contemplar cómo jugaba con él un Real Madrid sorprendido por la actitud de un rival que se jugaba el segundo puesto, o lo que lo mismo eludir la fase previa de la Liga de Campeones, una cuestión que no es menor. Pero le dio lo mismo. No es sólo que se haya acabado un ciclo, el Barcelona que se presentó en el Bernabéu se mostró como un conjunto decadente, falto hasta de coraje para impedir el regodeo de la grada, que vivió otra fiesta.
Pese a no jugarse nada, el Real Madrid fue el que salió en busca de la victoria y el que, prácticamente, ya se la había adjudicado en veinte minutos, el tiempo que tardaron en marcar Raúl González, su decimoctavo tanto del torneo, y el holandés Arjen Robben. El capitán lo hizo desde el borde del área, en una jugada en la que el Barcelona pidió falta previa de Guti sobre el mexicano Rafael Márquez (m. 11) y, diez después, lo convirtió el holandés, de cabeza, al rematar un golpe franco lanzado por Guti. Rijkaard trató de sacudir el pulso de su equipo y, de inmediato, sacó al mexicano Giovani dos Santos, una apuesta arriesgada, a costa de sacrificar al islandés Eidur Gudjohnsen. Pero no varió mucho el panorama.
El Barcelona no pudo crear peligro más que en un par de ocasiones a balón parado, por medio de Henry y Xavi y el Real Madrid provocó un incendio en la zaga barcelonista e imprimió un poco de velocidad a su juego. Sólo dos acertadas actuaciones de Víctor Valdés ante Guti y Robben evitaron que aumentase la ventaja antes del descanso. Que se concretase la goleada fue cuestión de tiempo, porque el paso por los vestuarios ni reactivó al equipo de Rijkaard, que además se quedó sin Sylvinho por lesión al poco de entrar en el campo, ni apaciguó el ánimo madridista. En medio de la euforia, hasta se rehabilitaron aquellos jugadores madridistas que despertaron dudas en la afición.
Lo hizo el malí Mahamadou Diarra, que firmó el mejor partido desde su llegada a Madrid, también el brasileño Marcelo, que estuvo a punto de marcar, y, por supuesto, el argentino Gonzalo Higuaín, reconvertido en ídolo de la hinchada. Definitivamente, el "Pipita" ha perdido el miedo al gol. Salió al campo ovacionado por una afición que aún recuerda su providencial tanto en Pamplona y, en su primera acción, batió a Valdés, tras una gran jugada por la banda de Diarra. La fiesta fue completa en el Bernabéu, con el juego decantado de un solo lado, y a ella se sumaron a última hora el brasileño Robinho y el holandés Ruud van Nistelrooy, que salió en sustitución de Raúl y acto seguido lanzó el penalti, por manos de Carles Puyol, que significó el 4-0, en el primer balón que tocó tras la lesión.
Con la grada pidiendo la "manita", el Real Madrid se gustó, pero fue el Barcelona el que marcó, por medio de Thierry Henry, un tanto inútil que no apagó la fiesta blanca, ni rebajó la desazón azulgrana, que a última hora se quedó sin Xavi, expulsado, y en agosto tendrá que superar una fase previa europea . (Fuente : RPP)
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